Los papeles de la moto
En la última Newsletter os contaba nuestro paso por Sudáfrica, país que nos sorprendió y en el que acabamos pasando mucho más tiempo del que pensábamos.
La temperatura iba subiendo a medida que nos acercábamos a Namibia y ya rondaba los 35-40 grados. No sabíamos si tendríamos problemas para entrar en el país con la BMW de Pilar. La documentación de la moto estaba todavía a nombre del dueño anterior; hace unos días decidimos salir de Ciudad del Cabo sin los papeles en orden ya que iban a tardar bastante. La idea sería recibirlos en Namibia, si conseguíamos entrar en el país, claro. Una desesperante agente de aduanas, a la que no le importaba la cantidad de personas que allí estábamos, no se dio cuenta y conseguimos entrar con una moto que no estaba a nuestro nombre.
Namibia era otro de esos destinos que llevaba rondando por nuestras cabezas desde hacía tiempo. Nos recibió una zona montañosa que nos recordaba a Marruecos y , siguiendo los consejos de un local, llegamos a Ais Ais a través de una buenísima ruta. Pensábamos que sería un pueblo y nos encontramos con simplemente un camping con cabañas, restaurante, piscina y poco más. Acampamos y a la mañana siguiente amanecimos con un grupo de monos baboons que venían en busca de comida.
El Fish River Canyon estaba muy cerca y, a pesar de los más de 40 grados, disfrutamos de este espectáculo de la naturaleza. La rutina diaria del viaje cambió en Namibia: las altas temperaturas y las duras pistas destrozadas por el tráfico de sudafricanos con sus 4×4 aconsejaban ponernos muy pronto en ruta por las mañanas, así que normalmente a las 6:30-7:00 horas arrancábamos.
Poco respeto a los motoristas
Dos días y muchos kilómetros de pista rota nos llevaron a Sossusvlei. Por las mañanas el espectáculo al amanecer era brutal, las primeras horas de ruta del día, con 20-25 grados y una fauna abundante eran auténtico lujo para el viajero en moto. Cebras, orix, springbooks y avestruces compartían su hábitat con nosotros.
A medida que avanzaba el día la temperatura iba subiendo hasta llegar a los 45 grados, el tráfico en las pistas también aumentaba y los conductores con enormes 4×4 totalmente equipados no tenían el más mínimo respeto al cruzarse o adelantarnos. Con algunos acabamos teniendo intercambio de palabras y gestos, ¡the spanish way!
Llegamos a Sossusvlei a las 17:00 horas con un calor infernal. Diez horas de pista rota nos habían dejado bastante cansados. Buscamos una habitación en condiciones, pues todo estaba lleno. Cuando el tema pintaba mal, el dueño de la gasolinera nos buscó sitio en un camping de lujo. Diez ubicaciones independientes con techo para proteger la tienda de campaña del sol, baño privado y piscina compartida. ¡Perfecto!
En uno de los lodges de lujo, conseguimos reservar para cenar, donde nos recuperamos de un día muy duro pero grandioso.
Al día siguiente, nos tocaba movernos, pues el camping esa jornada tenía las diez ubicaciones reservadas, así que, a recoger todo para acampar a 500 metros. Además, a Pilar le sentó mal la cena y se encontraba bastante débil. Así son los viajes en moto, de un día perfecto a otro menos perfecto.
A Deadvlei
El tercer día en Sossusvlei queríamos visitar el área turística de las dunas. 60 kilómetros de carretera asfaltada conducen hasta Deadvlei, increíble cementerio de árboles de 900 años. Según nos habían dicho, estaba prohibido circular en moto como en todos los Parques Nacionales.
A las 6:00 horas estábamos en la entrada esperando a que abriera el parque. En la cola de coches preguntamos a unos alemanes que vivían en Namibia si nos llevaban en su furgoneta. Nos respondieron que por qué no entrábamos con la moto. “Está prohibido”, les dijimos. “Bah, tirar sin más, ahora no hay nadie en la valla”, nos respondieron. Y así fue como hicimos los 120 kilómetros de ida y vuelta con la moto y sin casco ya que, como pensábamos aparcar la moto en la entrada, los habíamos dejado en el camping.
La ida con el sol saliendo, fauna salvaje y sin casco nos daba una gran sensación de libertad. Evidentemente, el casco siempre hay que llevarlo pero aquí surgió de esta manera.
Caminar por Deadvlei y subir a la enorme duna 45, aunque compartiendo visita con mucho turista, nos gustó bastante. A las 10:00 horas ya estábamos a 30 grados y la subidas a las dunas eran duras de verdad.
Pasamos varios días en Sossusvlei y tocaba avanzar, destino Solitaire, otro punto en el mapa que simplemente era una gasolinera, un restaurante, hotel y área de acampada. El bucle que nos recomendaron Louis y Nanny, con los que estuvimos en Sudáfrica, nos llevó a subir a 1.700-1.800 metros y poder disfrutar por unas horas de temperaturas más suaves.
Después de quince días alejados de las ciudades, llegamos a Swakopmund, pequeña urbe de estilo colonial alemán con 35.000 habitantes. Tocaba disfrutar de algunas comodidades como dormir en cama. No es que en la ruta que habíamos hecho no hubiera hoteles, pero como normalmente sólo hay uno donde paras, pues ellos deciden el precio.
En Swakopmund pasamos varios días. Encajada entre el Atlántico y las dunas del desierto, es una pequeña ciudad perfecta para descansar, revisar las motos, tener buen Internet y hacer algo de turismo por la zona. La colonia de flamencos en la cercana Walvis Bay, la ruta a Henties Bay y la visita al desierto donde se grabó Mad Max ocuparon nuestro tiempo.
Pilas cargadas, volvemos a la pistas de Namibia. Spitzkoppe era otra recomendación de nuestros amigos sudafricanos. Poner la tienda entre esas rocas de granito con curiosas formas fue otra acampada memorable. La verdad es que, siempre que haces acampada libre, hay cierta intranquilidad por la fauna que pueda visitarte por la noche. Por suerte, nunca pasó nada. Bueno esta vez, nos visitaron dos rangers del parque y nos dijeron que no podíamos acampar allí y que teníamos que ir al parque. Les lloramos un poco y al final nos dejaron quedarnos esa noche.
Recomendación de Charly Sinewan
Dos días más de pistas nos llevaron a Palmwag, recomendación de Charly Sinewan. En este camping, Charly había sufrido la visita de un elefante en su parcela cuando estuvo por aquí. Nuestra estancia fue más tranquila: básicamente, piscina, Internet, cerveza y escribir un poco.
Seguimos rumbo norte. Cerca de la frontera con Angola estaba Opuwo, pueblo curioso donde ya nos habían avisado de que los extranjeros no eran del todo bienvenidos, sobre todo, si no eres turista con pasta para repartir. Allí conviven dos tribus totalmente diferentes, los Himbas, principalmente dedicados a su ganado, y los Hereros. Las mujeres Himba visten con unos simples trapos, pecho descubierto, descalzas y pelo y piel cubiertos por una mezcla de ocre y grasa animal que les da una tonalidad rojiza. Las mujeres Hereras, por su parte, llevan enormes vestidos coloniales fruto de la influencia europea en el siglo XIX. La mezcla en las calles es una curiosa experiencia visual; con cuidado hicimos algunas fotos ante las amenazas de algunos habitantes.
A por la documentación de la moto
En Tsumeb pasamos unos días esperando la documentación de la moto de Pilar. Increíble, pero todavía la estaban tramitando en Sudáfrica. Aprovechamos para visitar el Parque Nacional Ethosa, en coche de alquiler, claro, ya que con la moto no está permitido. Nada más entrar nos encontramos un grupo de diez leones en medio de la carretera. ¡Qué espectáculo! No era la mejor época del año para ver fauna, pero no estuvo mal: muchas jirafas, cebras, elefantes, leones, ñus y una fantástica laguna salada seca. Mención especial, la carga de un elefante que vino hacia nosotros cuando le estábamos grabando y nos obligó a escaparnos marcha atrás.
Y por fin, recibimos la documentación desde Ciudad del Cabo. Ya estábamos listos para continuar viaje por África pasando a Botswana.
Agradecemos a los patrocinadores principales: BMW Motorrad, Touratech y Continental su colaboración en esta aventura y a todos los amigos, familia y gente que nos siguen en nuestro blog www.aventurasenmoto.com y en la página de Facebook Aventuras en Moto.